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| Eugenia Almeida - Foto de Cecilia Cortés |
“Este festival es un verdadero encuentro donde se puede hacer redes entre colegas y con los lectores. Es un espacio para hacer doble bandera, en mi caso porque soy lectora de otras escritoras”, así lo expresó Eugenia Almeida, que llega como invitada a una nueva edición del Festival Mulita próximo a realizarse este viernes 9 y sábado 10 de junio, en el Club Social de Resistencia, un espacio abierto y dispuesto para todo público.
Por Paulo Ferreyra
Foto - Cecilia Cortés
—En algunos casos te presentan como
lectora, escritora y periodista. En mi caso agregaría como poeta. Ahora voy a
presentarte y quisiera saber, ¿dónde te sentís más cómoda?
—Es difícil
señalar un solo lugar. Me siento más cómoda en el cruce. Afortunadamente estoy
en el periodismo, estudié y soy licenciada en Comunicación Social. En mi hacer
cotidiano está todo mezclado, reseño libros para una radio y para un diario de
Córdoba. Ahora, mientras charlamos por teléfono, tengo en la mesa el libro El ruido de una época de Ariana Harwicz. Ahí se cruza todo, como
lectora tenía muchas ganas de leer este libro de Ariana. Como periodista, me
parece súper interesante lo que está diciendo. Mientras estoy leyendo alguna
cosa se desprende para la ‘yo escritora’ porque tengo dos cuadernos, uno donde
voy tomando las notas periodísticas y al mismo tiempo tengo abierto un cuaderno
personal donde anoto otras cosas.
He tenido
mucha suerte en que se arme un circuito laboral que retroalimenta la escritura.
Además, trabajo en talleres de lectura y en una biblioteca. Es una fortuna
enorme ese cruce, porque al igual que muchas personas tengo que trabajar
demasiadas horas a cambio de poco dinero pero por lo menos esas demasiadas
horas siempre están relacionadas con los libros y desde un lugar de entusiasmo.
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“Tengo mi programa impreso”
“El Festival
Mulita es puro afán celebratorio”, dice Pablo Black, organizador junto a Noelia
Carbó, Maia Bradford, Luciano Acosta y Mariano Quirós. Las dos jornadas del festival
comenzarán con talleres de lectura y escritura a cargo del poeta Franco Rivero,
y de lectura para niñes con Marcela Ramírez, de librería El Árbol Amarillo.
Además habrá espacio para la venta y exposición de libros, con la participación
de las librerías Salvaje Federal, El Árbol Amarillo, Literatura Tropical y La
Coop. También habrá espacio gastronómico y bar abierto.
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Eugenia
Almeida es de Córdoba. Ha publicado las novelas El colectivo, La pieza del fondo, y La Tensión del humbral; y el
libro de poesía La boca de la tormenta. Obtuvo
diferentes distinciones. Como periodista trabajó en medios gráficos, radiales y
televisivos. Publicó textos periodísticos y de ficción en revistas y diarios
argentinos y europeos. Fue jurado en diversos concursos literarios. Actualmente
coordina talleres de lectura y clínicas individuales de escritura.
“Cuando me
invitaron me dio una felicidad enorme. Por varias razones, por las actividades
que he visto que realizan y por los comentarios de los colegas que habían ido
al Festival. Entre escritores siempre nos contamos sobre los lugares donde nos
tratan bien”, así comenzó la charla con Eugenia.
“El Festival Mulita es un verdadero encuentro
donde se pueden hacer redes entre colegas y con los lectores. Es un espacio
para hacer doble bandera, en mi caso porque soy lectora de mis colegas
escritoras. Además voy a conocer a escritores nuevos. Tengo mi programa impreso
para no perderme de nada”.
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— Ese programa nos cuenta que vas a
estar el viernes en la mesa Salvaje Federal junto a Sonia Scarabelli en diálogo
de escrituras y lecturas, ¿podés adelantar algo de lo que sucederá en este
encuentro?
—Este
encuentro con Sonia está siendo tan hermoso y espero que pueda ser así para la
gente que nos acompañe ese día. A mí la poesía de Sonia me deslumbra, es
demoledora, conmovedora y con una potencia muy particular.
Con Sonia
estamos charlando y haciendo un intercambio de lecturas. Ella me muestra cosas
que ha leído y yo hago lo mismo, entonces el intercambio es de ida y vuelta.
Personalmente, no la conocía a Sonia y presumo ahora —por lo que nos está
pasando— que el camino que ella hizo como lectora va por otros lugares
diferentes del mío. Por ejemplo, me ha compartido textos de tradición
norteamericana. Esto para mí es un súper regalo. Hace un mes que estoy leyendo
cosas que quizás no hubiera leído sino hubiera estado esta invitación de Selva
Almada.
—Al comienzo te decía que sos poeta
porque en tu narrativa encuentro poesía, ¿qué es para vos la poesía?
—En mi
trabajo diría que si aparece algún latigazo o algún refusilo poético es una
gran alegría. Me siento sobre todo narradora y no me animo a estar al lado de
Sonia como poeta, a pesar de que tengo un libro de poesía publicado. Para mí la
poesía es un territorio complejo para escribir.
Hay como un
lugar común de pensar que un poema es menos difícil de escribir que una novela.
Eso es una burrada. Un poema requiere un trabajo con el lenguaje que me parece
uno de los trabajos más complicados. Cuando leo poetas que me conmueven, por
ejemplo, Diana Bellesi, Sonia Scarabelli, Roberto Juarroz, Elena Anníbali, pienso
en la maestría que tienen con el lenguaje.
—En tu libro Inundación decís que se escribe con el cuerpo, ¿cómo es escribir
con todo el cuerpo?
—La idea de
que se escribe la han planteado muchos escritores antes que yo y es algo que
compartimos. Para mí lo que estoy poniendo en juego es también luchar con una
concepción de que los escritores son los iluminados, el que vive por arriba de
la realidad histórica y social que nos afecta a todos.
Los
escritores somos trabajadores de la cultura. El hecho de que se nos reconozca
como trabajadores, no tanto por nosotros ahora sino por las generaciones que
pueda haber en este momento y por las que vienen. Escribir es un trabajo.
Cuando lo ponen como una entelequia se le quita el carácter de toda actividad
humana.
Todas las
actividades humanas, todas, se hacen con el cuerpo. Pensar, inventar, imaginar,
no hay nada por fuera del cuerpo. Cuando uno escribe literatura, o en el mismo
periodismo, se escribe con el cuerpo. Ahora, después de que termine esta charla,
vas a “desgrabar" la entrevista, estarás encorvado en la computadora, te
va a doler el codo o el cuello, vas hacer una pausa para preparar un mate. Hay
cosas que suceden con tu cuerpo mientras escribís. No hay dudas, escribimos con
el cuerpo todo.
—Mencionaste que te gusta contar
historias, ¿cualquier historia puede ser contada?
—Creo que
cualquier historia puede ser contada porque como especie lo que nos gusta es
que nos cuenten una historia. Ese ritual que se crea, imagino un mundo y vos
vas a entrar a ese mundo como si existiera. Eso es lo que busco en los libros
cuando leo. Entro al libro a ver qué mundo crearon para que yo pueda habitar.
Cuando digo
que cualquier historia se puede contar también tengo que decir que yo no puedo
contar cualquier historia. A veces me aparecen algunas que tienen la gravedad o
el peso suficiente para que me involucre en escribirla, una novela lleva tres o
cuatro años escribir, así que tiene que interesarme lo suficiente para que
pasemos tanto tiempo juntos.
—¿Desde dónde se liga esa historia
para contar?, ¿desde la emoción o desde el interés social?
— En
principio desde el interés social no, porque cuando escribo no pienso que eso
pueda ser un libro. Si pienso que algo será un libro me pongo en blanco, no
escribo.
Sí hay algo
de la emoción que me toca con cuerdas profundas. Por ejemplo, cuando estás
leyendo un libro pero tenés que dejar para ir a trabajar, después en el trabajo
estás pensando en volver a tu casa para volver al libro. Hay algo de eso fuerza
que tiene que tener mi interés por la historia para que pueda sentarme a
escribir.
— Para ir a un ejemplo concreto, en El colectivo, ¿dónde fue el nudo para
decir aquí tengo una historia para contar?
— Ahí sucedió
algo hermoso. Estaba en una situación compleja de mi vida personal y encontré
en escribir esa historia un sostén. Era eso que decía al comienzo, tenía ganas
de llegar a casa, preparar unos mates y ponerme a escribir esa historia. Lo
escribí para mí. Era mi propio refugio.
Cuando
comenzó a tomar mucho cuerpo la historia, comencé a contar a dos personas muy
cercanas, empecé a leerles y después me preguntaban cómo continuaba. Seguí
escribiendo. Justo cuando había terminado una amiga me mandó las bases de un
concurso por mail. Envié la novela sin expectativas. Cuando ganó el premio
despertó un grado de incredulidad que te diría que me sigue durando. Ese premio
abrió muchas puertas. Me quedé sin voz, algo que no me había pasado nunca, he
trabajado cantando y en la radio. Pero ahí me quedé sin voz una semana. Eso da
cuenta de la medida de la sorpresa y el impacto que trajo ese premio.
—Sin voz, el cuerpo manifestándose.
—El cuerpo
dijo “ya está”. No tengo nada más para decir. El cuerpo está todo el tiempo.
— Como lectora, escritora, periodista
y poeta habitás el silencio, ¿qué es el silencio?
— Es un
refugio. Es un refugio absoluto. Hay dos silencios, en latín hay dos palabras
para diferenciar los silencios. Hay un silencio de lo que es amordazado y
callado, ese no, ese me parece venenoso y cargado de cosas que a la larga o a
la corta estallan. El silencio como refugio para mí es el silencio interior.
Silencio de los pájaros carpinteros que tenemos en la cabeza. Un silencio en el
afuera que me interesa, que siempre está sonando. No solo el mundo de la
especie humana sino el mundo completo, ahí encuentro las cosas más valiosas que
son las cosas que no son procesables en palabras, que están por fuera del
lenguaje.
Escribir es bordear el muro por el que quisiera nombrar todo lo que está del lado de lo innombrable. Todo eso está en el silencio. Una de las cosas que más me impresiona y más me conmueve de la poesía de Sonia Scarabelli es el modo en que ella nombra toda la música del mundo de un modo como si fuera un eco, dice una cosa que es preciosa pero está presente el otro eco que no podemos poner en palabras. Eso solo lo puede hacer la poesía, nombrar el eco de las palabras que no están dichas.
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