Hace una semanas atrás terminó la Feria de Arte a.362. Entre las distinciones que se entregaron estuvo el Premio In Situ de los coleccionistas Joaquín Rodríguez y Abel Guaglianone. En medio de todo hubo varias actividades paralelas, como fue la apertura de la muestra Donde las orillas se tocan por debajo del agua, de la artista Candela Pietropaolo. Esta muestra continúa abierta al público en la galería Yuyal. Joaquín visitó la misma y ahí charlamos entre paredes vestidas de arte.
Por Paulo Ferreyra
De andar tranquilo. Ropa clara. De centro sin ser el centro.
Atrae miradas. Joaquín camina lento. Junto a Abel están apoyando actualmente a
más de diez ferias de arte en todo el país. En el marco de la Feria Internacional
del Arte a.362 ellos entregaron el premio In Situ al Proyecto Amorada Arte – Constanza Vicco (Buenos Aires).
Joaquín es coleccionista y curador de arte, además de gestor
independiente. “Esta es la tercer o cuarta vez que venimos a la Feria de Arte
de Resistencia. Se nota siempre un cambio, un crecimiento y una madurez. Esta
edición en particular refleja mucho estos cambios”, expresó. Así, comenzamos
esta entrevista.
— ¿Por qué la mirada
en el litoral? Primero en ArteCo y ahora en a.362.
— En realidad la mirada es al país. En un momento de
nuestras vidas nos empezamos a preguntar de qué se trataba el arte argentino. Nos
preguntábamos, si para tener una respuesta era suficiente mirar lo que se
muestra y lo que se exhibe en Buenos Aires. Con eso se puede alcanzar a tener una
aproximación a esa complejidad.
Pero cuando empezaron a surgir las ferias de arte
provinciales - que abordamos y apoyamos - entendimos que para entender el arte
argentino hay que entender a la Argentina. Somos en nuestro país un montón de
culturas, nacionalidades y saberes muy amplios y diversos. Cada provincia tiene
su particularidad.
En la complejidad y riqueza están los genes del argentino. Para poder entender la amplitud del arte argentino hay que pisar el territorio en su esencia. Hay algo que pasa en las producciones cuando uno las conoce en su lugar de origen, esa producción y su significado se expande mucho más. Estando en el territorio entendés de dónde viene, hacia donde van dirigidas y por qué se crean estos temas, estos colores y esas materialidades.
— Hablamos al
comienzo de la charla del crecimiento de la feria, ¿eso tiene que ver con la
organización, con los artistas o con todo su conjunto?
— El arte hoy por hoy es un sistema. Hay un montón de
actores trabajando. Cada uno tiene un rol importante y necesario. Es un
ecosistema. Todas las miradas, visitas y comentarios de alguna manera
enriquecen las experiencias. La Feria desde la organización y desde los propios
artistas tiene una apertura al diálogo, al intercambio y a la crítica.
La Feria me parece que tienen un poder de censo, cuando se
lanza una convocatoria empiezan aparecer un montón de proyectos que quizás no
se conocen e incluso proyectos que no se conocen entre ellos. Pero, a partir de
estar en la feria se activa un trabajo colectivo mucho más potente. Estas cosas
nos interesa apoyar con nuestro granito de arena.
— Tocaste ahí algo
importante, ¿El artista cuando está trabajando no está solo en el momento
creativo?
— Totalmente. En ninguna actividad se puede crear solo.
Todos nos necesitamos. Por más que estemos solos pintando, recluidos en el
medio de una isla, hemos tenido primero influencias de directa de nuestras
familias que nos crió, desde nuestros afectos, las personas con las que
intercambiamos en la vida cotidiana - siempre hay influencias de alguien más.
Por más que no queramos reconocer o que incluso en la obra no se sean
evidentes, siempre hay algo del entorno presente y latente.
— Volviendo a esta
cuestión del arte argentino, ¿Buenos Aires sigue siendo el faro de todo? ¿Dónde
está el centro?
— Recién estuvimos hablando sobre eso con Jorge Tirner de la galería Yuyal y con Tomás Ezequiel Bondome, un gran referente del arte en
Córdoba. Hablamos con ellos de que hay procesos internos y externos. Les compartí
que una vez alguien me habló de que no se puede hablar de periferia sino de
periferización, dando cuenta de que es un proceso. Ese proceso viene de una
mirada externar que nos coloca a veces en lugares secundarios o menos
importantes. Pero también a veces esa mirada es interna, donde nos sentimos
menos importantes.
Creemos, hablo en plural porque es un trabajo en conjunto,
que donde haya un artista trabajando eso ya es un centro. Si lo entendemos
desde esa manera todo tiene una importancia de ser mirado. Te puede gustar o
podes compartir o no, pero en la práctica hay algo importante para mirar. Más
allá de que sea en la gran ciudad o en un pueblo en medio de una provincia
argentina.
Miradas
“El arte debe ser como ese espejo / que nos revela nuestra
propia cara”, decía en un poema Jorge Luis Borges. Algo de eso hay en esa
búsqueda de Joaquín y Abel de conocer a los artistas del interior del país para
conocer cómo es en su complejidad el arte argentino.
“El arte ha transformado mi vida desde hace mucho años. Es
parte de mi vida diaria ya que trabajo con esto y lo disfruto”, agregó Joaquín.
“A vece siento que cuando estoy en una reunión y si no estamos hablando de arte
siento que estoy perdiendo el tiempo”.
El coleccionista y curador es un admirador de la creación,
de la cabeza y el pensamiento de los artistas, su forma de mirar la realidad
que nos rodea desde otros puntos de vistas. “El arte hace que tu comprensión de
lo que sucede a tu alrededor de alguna manera se expandan o se enriquezca. Te
pone en duda o cuestione tus creencias o tus verdades, depende del punto de
vista la verdad puede cambiar”, advierte.
Ya sobre el final de la charla él sigue entusiasmado por hablar de arte. En la galería Yuyal las paredes se alzaban como un río silencioso con las obras de Candela Pietropaolo. Era un río que pasaba y se quedaba, un cristal brillante, en el decir de un poeta las obras eran las mismas y eran otras.
Por un momento viajamos al hogar de Joaquín Rodríguez donde sus paredes también están florecidas de obras. “El arte nos inspira – desliza – es un disfrute estético y al mismo tiempo nos cuestiona. Me interesa tener una convivencia armónica con las obras de arte. Es decir, uno no invita a alguien que no te gusta a tu casa y mucho menos convivir toda tu vida”.
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