sábado, 18 de junio de 2016

Contra el peso de la palabra y el silencio

Son la extensión de mi cuerpo. Son el sol y la luna que guían mis días. Son los dueños de mis días sin tiempo, esto y mucho más son Fran y Ana. Como ya lo dije en otras oportunidades, no soy un buen padre pero tengo un par de hijos que me hacen feliz, muy muy feliz. "Tu presencia me basta", me escribió días atrás Fran y por poco logra que este endeble corazón se detenga. Aquí me rindo ante estos pequeños.

De paulo a Fran y Ana

Desde hace casi dos años que no estoy con ellos aunque nunca dejé de verlos. Con el correr de las horas, de los días y los meses la angustia por ese desgarro de la distancia fue tan hondo como el sonido de una piedra arrojada al mar. ¿Cómo hace un padre para retener el cariño de sus hijos cuando se ha ido de la casa? ¿Cómo sostener el cariño y el afecto a la distancia? ¿Cómo manifestar más allá de las palabras todo lo que significó esta ruptura? ¿Cómo sostener aquella mirada con el bolso en la mano - y esa despedida de Ana diciendo - "aquí te voy a esperar papá"? No hay respuesta posible.



El periodismo - como tantas otras vocaciones en la vida - tiene muchos sabores dulces en esta existencia. Hay líneas que están bien y que florecen después en elogios o loas cuando en la ventana o en el papel quedaban bien dibujadas. Sin embargo nada de esto me asegura que pueda dejarles algo a estos seres tan especiales de mi vida. Por ello estas palabras que intento asir para ellos y por ellos todo el tiempo, en cualquier texto siempre están presentes. Siempre.

A menudo intento correrme como periodista de las fechas o los días especiales, sin embargo aquí estoy hilvanando palabras para mis hijos en el día del padre. Gracias a Nuri con quien soñamos a Fran y Ana. "Cada vez que veo tu rostro mi corazón se llena de alegría", me escribió hace una semana atrás Fran después de pasar una tarde juntos. Hoy ya no tengo dudas, los días más dulces y felices de la vida van de la mano de Fran y Ana.

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