domingo, 19 de febrero de 2012

Pulsión de la tierra


 Se cumplen hoy 75 años de la muerte de Horacio Quiroga (1879-1937).  La lectura de Quiroga me sumerge en el patio de mi casa, ni niñez y la tierra colorada que me vio crecer.  Leyendo algunas cosas que se publican en los medios hoy encontré las palabras que le dispensara Borges a mediados del 50, “Horacio Quiroga es en realidad una superstición uruguaya. La invención de sus cuentos es mala, la emoción nula y la ejecución de una incomparable torpeza”, ahí entendí porqué hay quienes consideran que el cuentista no es un escritor de culto.




por paulo ferreyra


Uno de los primeros viajes de estudios de la escuela primaria fue “curiosamente” visitar la Casa de Horacio Quiero y la reducción de las Ruinas de San Ignacio Mini en Misiones.  Después el camino me llevo otras veces, hubo en el medio viajes programados y postergados por vaya a saber qué capricho del destino.  En la foto está el interior de su segunda casa en San Ignacio, con la torpeza de mis palabras no podría describir el lugar en toda su magnitud.  Pero para bien de Quiroga en el litoral tenemos al poeta Aledo Luís Meloni, quien hace poco tiempo atrás manifestara a ñe'ẽ porã  “en el año 47 fui a Misiones a conocer el paisaje donde estuvo Quiroga, después fui como cinco veces más. Soy un estudioso de Quiroga y suelo decir – con un poco de modestia – que no hay acá en el Chaco y pocos en el país que sepan más que yo de Quiroga.  He leído toda su obra, infinidad de veces, viajé a Misiones muchas veces, estuve en contacto con la gente que lo conoció en la tierra colorada.  Acá hicimos un libro con los cuentos que Horacio Quiroga escribió con el paisaje del chaco”.

Después de aquel viaje Meloni describió así el lugar que había respirado, tocado y conocido a través de los cuentos de Horacio Quiroga.


A la Casa de Horacio Quiroga – Aledo Meloni

Está sobre la loma, frente al bosque dormido,
como una misteriosa paloma pensativa. 
En torno las palmeras aguzan el oído
y atalayan la ruta que avanza cuesta arriba. 
Sola y al margen del antiguo caserío,
ceñida de bambúes está sobre la loma. 
Abajo, en la hondonada y entre la niebla, el río;
el río entre la niebla furtivamente asoma.
El pulso de la tierra, en valles y colinas,
levanta murallones de verdor rumbo al cielo;
y las desbaratadas columnas de las Ruinas
proclaman el fracaso del hombre y su desvelo.
La tarde, hacia el oeste, navega a la deriva
y los naranjos se desnudan de su aroma.
Como una misteriosa paloma pensativa,
Ceñida de bambúes está sobre la loma.

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