viernes, 16 de agosto de 2013

“La música folclórica estruja mi corazón”

Silvia Teijeira ama profundamente la música folclórica del país. Ella además es pianista, compositora y docente, pero su amor por la música popular argentina brota en cada poro, se vuelva en cada melodía y se expande por doquier. Silvia ha grabado dos discos, “Rolos de Zamba” y “Latiendo”, en cada uno de ellos también enriquece y fortifica la música del litoral con sus composiciones. En esta charla hablamos de sus influencias, cómo pasó de la música clásica a la música popular argentina. Además nos cuenta como disfruta del proceso creativo de la composición con total libertad, “le doy todo el tiempo que sea necesario. Creo que una idea, una melodía, cualquier germen de algo siempre contiene en sí su forma, su desarrollo y hasta su concepto de ser trabajado”.


Por paulo ferreyra

paulo.ferreyra@yahoo.com.ar 




La pasión por el piano a Silvia Teijeira le viene desde muy niña, pudo estudiar durante mucho tiempo y recién cuando pasó los 20 años pudo tener su primer piano en casa. Nació en Federal –Entre Ríos - y su arte está pegado a la raíz profunda del folclore argentino. Silvia reflexiona, piensa y declara, “siempre deseé físicamente tocar chamamé, porque ese fue mi sentir. Eso que el físico, aparte del alma, me pedía tocarlo. Fue y es tan grande mi deseo de tocarlo que trabajé y trabajé para ello y ahora lo estoy haciendo. Aunque reconozco que tuve que procesar muchas cosas”.


“Rulos de zamba” es el primer disco de Silvia Teijeira, ahí grabó ya composiciones suyas como “Salto el gato”, “Rulos de zamba” y “En el espiral”. Además el disco contiene un tema de Raúl Barboza, “Mate y Recuerdo”. El disco abre su corola en ritmos como el chamame, gato, zamba, vidala o chacarera trunca, sujeta además una excelente versión del tema “Te' i de querer “, una vidala de recreación anónima que es imperdible.




En un momento de su vida Silvia Teijeira dejó Federal para estudiar en Paraná. Sin embargo advierte que siempre estuvo atada al pago chico. “Siempre fui muy aferrada al terruño, al paisaje, los olores, los sabores y vibré mucho con nuestro folklore y especialmente con la música del litoral, sobre todo el chamamé bien tradicional”. El segundo disco de Silvia “Latiendo” también está compuesto por composiciones propias y de grandes autores del folclore argentino. Caminan por ahí temas suyos como “Naranjas, burrito, albahaca…cedrón”, “Alta montaña”, “Vamos Pepa”, “Latiendo” entre otros. También aquí podrán encontrar autores como Ramón Navarro, Miguel Zurdo Martínez, Remo Pignoni, Raúl Barboza, entre otros.

Desde Paraná, donde reside actualmente Silvia Teijeira hemos hilvanado esta conversación donde buscamos conocer su universo interior, donde confiesa entre otras cosas, “el chamamé estuvo desde mi concepción. Porque como te decía, soy de Federal- Entre Ríos. Allá cuando era chica todo era chamame, en los clubes, las escuelas, los bailes, en las casas de la familia. Todo era chamame. 


- He leído que has pasado de la música clásica a la popular. ¿Qué te impulsa o qué te lleva hacer música popular?

Pienso que lo que me lleva a amar, sentir y tocar música de raíz popular son mis orígenes. Geográficos y afectivos en general. En realidad, lo de la música clásica fue algo casual, que tuvo que ver con la formación que se da a los pianistas. No hay mucho para objetar porque es lo que está desarrollado y sistematizado para enseñar y tocar ese instrumento.

Yo era chiquita y fui a aprender piano, que se enseñaba con métodos y repertorio de la llamada “música clásica”. No tenía instrumento en casa, mi primer piano lo compré a los 22 años, como para pasarme horas jugando y buscando lo que tuviera ganas.
Esto implicó que durante toda mi niñez y adolescencia tuve que estudiar en el conservatorio y ahí disponía de un tiempo limitado en el que tenía que trabajar el repertorio que me daba la profesora. Así fue toda la niñez y adolescencia.

En mi casa no había músicos profesionales ni nadie que tocara un instrumento. Pero por suerte se escuchaba mucha música y todos cantábamos y silbábamos espontáneamente, muy afinados y rítmicos. Dentro de lo que se cantaba y escuchaba había de todo, en un 90 por ciento música popular, tango, boleros, folklore, eso que se llamaba “melódico”, jazz de aquellas orquestas viejas. Salvo excepciones, casi todo desde el canto, los Tucu Tucu, Los Fronterizos, Las Voces Blancas, Serrat, Nino Bravo, Javier Solis, y muchos más.

También ayudó que si bien me enseñaban con métodos de la Música clásica, la Sra. donde iba a estudiar tocaba folklore, tangos y valses. Ella se dio cuenta que lo mío iba por ahí. Entonces me dejaba hacer algo de ese tipo de música que era lo que más me atraía.

Cuando era chica mi paisaje era el de Federal y aledaños. Las salidas eran al campo, los viajes eran a casas conocidas también en la zona y el contacto con la ciudad estaba, pero como viajes esporádicos. Eso me quedó todo muy adentro y me modeló.

Aunque con el tiempo estaba estudiando en Paraná, siempre fui muy aferrada al terruño, al paisaje, los olores, los sabores y vibré mucho con nuestro folklore y especialmente con la música del litoral, sobre todo el chamamé bien tradicional.


Cuando terminé la secundaria no tenía la posibilidad de dedicarme a la música y estudié tres años de Abogacía pero era tan fuerte mi necesidad de la música y tan grande el rechazo a esa carrera que me cansé de sufrir por ese motivo y decidí ponerme a trabajar para mantenerme y así poder hacer música.





Ahí tenía muy claro que quería tocar como solista de piano haciendo folklore argentino y “allá adentro” estaba mi “ilusión” de poder tocar el chamamé en el piano. En ese momento estaba en Paraná y tomé dos caminos de formación bien definidos que llevé siempre de modo paralelo, empecé mis estudios particulares con Carlos “Negro” Aguirre, un enormísimo músico, intérprete, compositor y versionador, hoy muy conocido, querido y respetado en nuestro país y muchos lugares del mundo. Con él aprendía audioperceptiva, armonía, piano en lo popular, arreglos etc. A la vez, quise encarar un trabajo sistemático sobre el instrumento con una pianista clásica muy grosa que había y hay en Paraná Graciela Reca. Pero como ella enseñaba en el nivel superior de la Escuela de Música tuve que nivelar mis recursos pianísticos para poder estudiar el profesorado de instrumento.

Tenía muy claro que eso implicaba estudiar ahora sí la música llamada “clásica” con todo lo que ello implica de repertorio, disciplina y concepción del trabajo. Asumí ese desafío porque quería poder nutrirme de todo ese bagaje musical e instrumental para luego sentirme libre al tocar mi música.


Ahí me prestaron dinero y pude comprar mi primer piano, a los 22 años y entre lo que hacía con Carlos Aguirre y mi trabajo con Graciela Reca, nunca más paré. Luego de años fui buscando otros maestros en la zona, en Bs A. y afuera, pero siempre seguí esos dos modos de trabajo.


Indudablemente a partir de ese momento, estudiándola de ese modo tan profundo, aprendí a gustar y vibrar con la llamada Música clásica europea, que tanto se desarrolló en pos de expresar el alma de las personas que viven allá. Esta música tiene cosas bellísimas y sublimes. Pero como forma de expresión artística nunca fue la mía. De hecho nunca toqué nada de eso en público. Lo mío está en la música de acá, Argentina, principalmente la música del litoral y por qué no algo de lo que se genera en Latinoamérica, aunque no lo he encarado.

No obstante sé que mi sonoridad pianística y mi forma de decir tiene mucho que me dejó transitar de ese modo el estudio del piano desde la música clásica y me parece que está bien. Si tanto me dio y me hizo crecer, por qué negarla en mi forma de tocar si fue tan generosa conmigo. Es como el que toca mucho jazz o rock o folklore, siempre lleva esa marca en su sonoridad y en su concepción.


- La música litoraleña es muy profunda en sus raíces y sus ritmos están muy cargados. ¿Cómo llega a vos el chamame? ¿Qué te seduce o cómo te sedujo el chamame?


Nuestra música del litoral es muy profunda, llena de la historia de nuestro pueblo querido, que tanto ha sufrido y a la vez tanto ama y celebra la vida en el hombre y en la naturaleza.

El chamamé estuvo desde mi concepción, porque como te decía, soy de Federal- Entre Ríos. Allá cuando era chica todo era chamame, en los clubes, las escuelas, los bailes, en las casas de la familia. Al menos esa fue mi vivencia y es mi recuerdo.
Además en 1976 comenzó la Fiesta del Chamamé así que su difusión se acentuó aún más. Siempre tengo presente cómo lo llevaba el viento desde algún lugar que lo estaban tocando y yo escuchaba desde donde estuviera. Para mí al menos allá todo era chamamé.

Siempre deseé físicamente tocar chamamé, porque ese fue mi sentir. Eso que el físico, aparte del alma, me pedía tocarlo. El tema es el instrumento y más aún sola. Sé que no logro hacer en el piano “ese chamamé” que siento cuando lo escucho hace salir desde lo más adentro un sapukái o estruja mi corazón y a la vez me hace hervir la sangre.


Pero fue y es tan grande mi deseo de tocarlo que trabajé y trabajé para ello y ahora lo estoy haciendo. Aunque reconozco que tuve que procesar muchas cosas y sobre todo tener la humildad de aceptar tocarlo en mi instrumento como sale.

- Por último quisiera que me hables de tus composiciones. ¿Cómo llegaste a componer, cuál fue el camino que recorriste para comenzar a componer? 


Para mi componer es la libertad absoluta, me fascina y siempre es vivencial y autorreferencial, aunque en el momento no me doy cuenta a qué vivencia se refiere. Solo escribo para piano y no lo busco, es decir, si viene una idea la recibo y trabajo, pero no ando buscando que llegue. Cuando surge, dejo que se exprese y empiezo a escribirla. Primero veo de qué se trata, si responde a un ritmo específico y ahí hilo más fino sobre qué tipo de fraseo plantea. Entonces sale la forma que le iría mejor dentro de las especies y el concepto de arreglo o versión que llevará.


Cuando no responde a un ritmo preexistente en una especie musical, veo qué forma le resulta ideal para que florezca y voy en medio de eso haciendo la versión.

Le doy todo ese tiempo porque disfruto mucho el proceso, pero también porque una idea, una melodía, cualquier germen de algo siempre contiene en sí su forma y desarrollo y hasta su concepto de ser trabajado. Entiendo que uno tiene que tener la habilidad de darse cuenta y respetar eso para no ahogarla.

Pienso que es como lo que pasa con nosotros, las personas. Si estamos en el ámbito adecuado y somos bien tratados, acorde a nuestras posibilidades -Florecemos! Y si no nos marchitamos o ponemos mustios o llenos de dolor y no podemos ser quien realmente somos.

 Volviendo a lo del camino que recorrí para componer mucho tuvo que ver Carlos Aguirre, porque él vio enseguida mi veta para componer y siempre me instaba a hacerlo. No solo a escribir sino a que respetara al 100 por ciento lo que saliera de mí. Eso es una marca muy fuerte cuando viene de alguien que admiras profundamente y encima te está guiando y acompañando en el proceso de formación.



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