viernes, 31 de octubre de 2025

Elaine Vilar Madruga: “Me interesa que el lenguaje se performativo”


La escritora cubana publicó el libro El cielo de la selva. Aborda aquí temas centrales como las maternidades, la selva, sobre el cuerpo de las mujeres, los tributos que pagan y es un libro necesario para estos tiempos. “Me interesa que el lenguaje se performativo. Me interesa que el lenguaje rompa esa famosa cuarta pared”, comentó. Ella ya es ciudadana del mundo viajando por distintos países llevada por su literatura.  En esta entrevista hablamos del libro, de sus influencias, del realismo mágico y claro, también hablamos de feminismo.

 

Por Paulo Ferreyra

Fotos Mauro Cantillo

 

La gran escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero desde julio a diciembre es la curadora de Nave, de la suscripción Escape a Plutón. La serie de libros elegida por Ampuero visita la violencia en sus diferentes formas. Su propuesta es llevar a los diferentes hogares lo mejor de literatura latinoamericana e hispanoamericana contemporánea escrita por mujeres. Así fue que llegó a mis manos el libro de Elaine Vilar Madruga El cielo de la selva.

 

— El libro comienzas con un epígrafe, “para mis bisabuelas, que parieron demasiado. Y para mis tías, que decidieron no parir”, ¿por qué?

— El libro nació de la familia. Diría más, este libro nació de las heridas no curadas de una familia. La mía, pero casi todas las familias latinoamericanas vivieron durante una época importante ignorando o quizás reescribiendo las historias de las ancestras, de las bisabuelas. Esto es algo que le debo a mi abuela. Siempre digo que ella fue la gran escritora de la familia. Sobre todo la gran memoriosa de la familia porque recuperó muchas historias y ahí está un poco la base de la literatura. 

Al final cuando estaba escribiendo no solo relataba la historia de mis bisabuelas o mis tías abuelas, sino que estaba escribiendo historia de las mujeres latinoamericanas. En distintos territorios de Latinoamérica, con diferentes cicatrices pero todas atravesadas por un dominador común  - que es las maternidades forzadas, la pérdida de las autonomías de los cuerpos y como el cuerpo de la mujer puede ser un espacio de daño antropológico y espacio de politización. 

 

— Hoy desde los movimientos feministas se alza la voz, entre otras claves, donde sostienen que la maternidad será deseada o no será. ¿Cómo fue para vos recorrer esta historia donde la maternidad era impuesta?

 

— ¿Imagina darte cuenta de que no existe una opción? No existe esto de la maternidad será deseada o no será. Estaba por delante el mandato social y biológico. Qué tamaño de tiempos le tocó habitar a las abuelas y sobre todo a las bisabuelas. En el caso mío mis dos bisabuelas materna cada una parió diez hijos. Muchas de esas maternidades no fueron deseadas. Eran tiempos - como decía mi abuela – donde te tocaba apechugar. Dar el pecho y continuar hacia adelante. Porque se suponía que era lo que a las mujeres les correspondía hacer. 

 

La literatura nos obliga a mirarnos en un espejo incómodo de las realidades. Incómodo me refiero a que nos reta. Reta nuestra sensibilidad contemporánea y también nuestros privilegios. Esta no es una historia del pasado. Es una historia que sigue sucediendo en diferentes ámbitos del mundo y profundamente en Latinoamérica. Todavía en nuestros días hay mujeres - me atrevo a decir niñas y adolescentes - que siguen obligadas a parir más allá de los deseos. Por ello esta es una novela que no solo apela a las bisabuelas o a las abuelas, sino que profundamente a nuestras mujeres que en nuestros días siguen sufriendo de todos esos males. Por ellas una escribe y una piensa hacer literatura. No con una mirada historiográfica o genealógica, sino con una mirada que tiene los ojos puestos en el presente doloroso.


 

 

 

 “No es azar que las escritoras estemos conversando sobre temas comunes”
 

 

 

La joven Elaine Vilar Madruga es narradora, dramaturga y poeta. Sus libros aterrizaron en Argentina gracias a la editorial chilena La pollera, que publicó su novela Salomé, y Concreto Editorial, que se encargó de su poesía con Las tarántulas.  Es considerada una de las voces literarias más destacadas de Cuba y el Caribe, ha recibido numerosos reconocimientos internacionales. La tiranía de las moscas, por ejemplo, Premio Cálamo al Libro del Año, fue nominada al Premio Finestres de Narrativa en 2021. El cielo de la selva recibió el Premio Nollegiu a la Mejor Novela del Año en Español en 2023. Para María Fernanda Ampuero contó que ha marcado y releído El cielo de la selva, “la escritura de Elaine es poética y desquiciada. Es el libro que hubiera querido escribir”.

 

Durante la charla con Elaine sostuvo que la literatura tiene una relación directa con la historia. De hecho mapea una realidad histórica determinada. La literatura latinoamericana escrita por mujeres en estos años se inserta dentro de una generación donde hablan de los mismos temas. Temas vinculados a la maternidad y al cuerpo de la mujer. Sobre esto Elaine sostuvo que “la literatura matea las realidades y los conflictos sociales. Las creadoras estamos reflejando una realidad que nos preocupa y que nos duele, que queremos dejar para la historia en forma de un documento artístico, creativo y que al fin y al cabo forma parte de la historia con h mayúscula”.

 

El hecho de que haya un hilo visible entre las escritoras latinoamericanas no es azar, “No es azar que las escritoras estemos conversando sobre temas comunes”, subrayó. Más que azar esto es sintomático. Es sintomático de una época que les ha tocado vivir, naturaleza que viene de sus preocupaciones y de sus miradas políticas.


 

“Miro a las autoras con las que comparto generación, tiempo y espacio de creación y descubro que esos temas nos atraviesan transversalmente”, explica. “Lo veo en las escritoras pero también lo veo en los lectores y las lectoras, hay una necesidad de diálogo. Hay un hambre verdadera por conocer estas verdades, creo que la literatura pone sobre la mesa incómoda de nuestras conciencias particulares pero también pone estos temas en las mesas familiares, de amigos, temas de debates que son importantes para la sociedad contemporánea”.

 

El hecho de que a partir de una obra literaria un grupo se siente a discutir y pensar la realidad a partir de ella ya es una ganancia en cuanto a comunicación humana. 

 

La escritora cubana nació 1989. Ha crecido en un entorno privilegiado de muchos afectos. Esa cuna tan florecida en afectos la ha vuelto aún más sensible ante la realidad de otras personas, especialmente de otras mujeres, niñas y adolescentes del mundo. La literatura le permitió se empática, su escritura nos pone en la piel del otro y de la otra, nos hace sentir y experimentar por ellos. “Cualquier dolor humano no debería sernos ajeno”, advirtió. En esa misma sintonía, “ninguna alegría humana debería sernos ajena. Independientemente del territorio y de la lengua que habitemos”.


 

“La burbuja moral no es exacta”

 

— Soy una persona privilegiada en muchos sentidos pero también fui oprimida en varios sentidos. Me siento a pensar en las historias de mis ancestras y con esa mirada, pensando en las mujeres del presente y del futuro pienso que estoy escribiendo una historia contemporánea, realista, teñida quizás por elementos mágicos, extraordinarios o del extrañamiento.

 

— En tu escritura hay oscuridad, ¿por qué?

 

— La oscuridad es donde fue concebida o cocinada mis historias. Estoy convencida de que ahí una luz de esperanza. Una luz de sororidad, una luz de encuentro o debate. He trabajado casi siempre con el territorio oscuro del pensamiento humano y de la literatura. Me interesa entrar en esa zona nebulosa donde la brújula moral - como lo puedes ver en El cielo de la selva - la brújula mural no es exacta. No marca directamente los puntos cardinales de lo que es el bien y el mal. Es una brújula maleable. Vemos seres humanos cometiendo actos atroces con la mejor voluntad y algunos llegando hacer el bien por casualidad. Creo que en el efecto de la búsqueda de la brújula moral y de entender que eso de los polos opuestos de luz y oscuridad - o del bien y el mal - no son necesariamente antípodas sino que todo eso es más confuso en el terreno humano.

 

— No somos completamente luz ni completamente oscuridad

 

— Sin dudas. Somos claroscuros. A veces en determinadas áreas o momentos de nuestras vidas hay zonas que se iluminan o se oscurecen. Hace tiempo deje de creer en el bien y en el mal absoluto. Me interesan condiciones o concepciones menos radicales de la humanidad. Concepciones que nos hacen más frágiles, seres compuestos de un barro más moldeables y sin extremos ni absolutos. Creo que en los extremos y los absolutos está construido el mito humano, como todo mito en el fondo es una mentira. 


 

— Esta es una novela selvática, se respira y nos llevas al medio de la selva, ¿cómo lograste eso?

 

— Que bueno que las lectoras y los lectores hayan sentido eso. Mi gran miedo era como llegar a ese lugar al cual nunca estuve. Pero ahí está el recurso de la memoria emotiva, el hecho de escuchar - me senté mucho con mi esposo que también nació en el monte y con mi padre. Ellos me describieron como es el olor del patricor - por ejemplo - o con ellos hablamos de que no existe el silencio de la selva.

 

El monte me era más próximo en cuestiones geográfica. Pero yo quería escribir una novela no sobre un contexto cubano, al menos no únicamente, sino que quería escribir una novela Latinoamérica para que las lectoras y los lectores pudieran sentirse reflejado. En la novela no se dice en qué lugar ocurre ni en qué tiempo, quizás podía ser la de mi país o la de un país vecino. 

 

— Jugaste ahí entonces la memoria y el lenguaje.

 

— El lenguaje nos ayuda a conseguir la pretendida universalidad. Hablamos el castellano en buena parte de Latinoamérica. El lenguaje nos hermana, nos une. Siempre he pensado al lenguaje como una arcilla, una arcilla con la que una puede levantar templos, el templo de las palabas. Incluso la musicalidad de las palabras. Vengo Paulo de un contexto educativo de música, estudié música once años. Siempre he sentido que la musicalidad de las palabras, que la rítmica, que la métrica de las palabras es algo que muchas veces pasamos por alto. La manera en que las palabras nos acompañan pero también nos estremecen. Cuando uno lee un buen texto literario una siente que esas palabras se meten en la linfa y en los huesos de una. Desde ahí repiquetean. Eso tiene que ver con nuestros ritmos, el cuerpo, el lenguaje apela al cuerpo. Así pensando el lenguaje como música me gusta entender y abordar la realidad - me interesa que el lenguaje se performativo. Me interesa que el lenguaje rompa esa famosa cuarta pared.

 

 

Una meta a seguir y una búsqueda constante

 

Elaine comentó que entre sus búsqueda en la escritura de El cielo de la selva fue la bifurcación de los tejidos de lo real. Es decir, como en los ambientes selváticos o montunos de repente la realidad se bifurca y no es tan real como la imaginamos. O sucesos extraordinarios pueden acontecer en algún momento y parecernos parte de lo más ordinario del mundo. “Eso es el realismo mágico como lo entendemos nosotros”, advierte Elaine. “Esto forma parte de nuestra cultura y del ADN de nuestra memoria. Para lo que para otros pueda ser lo más extraordinario o lo más mágicos del mundo para nosotros forma parte de una cotidianidad entendida y aceptada como tal”.

 

A la autora le interesa que el lenguaje se performativo. Es decir, trabaja para que los lectores nos sintamos dentro de la selva, sintamos emociones y tengamos sensaciones como escalofríos, sofocos, claustrofobia o repulsión. “Me interesa que los lectores y las lectoras salgan de mi trabajo sintiendo una experiencia sensorial a través de un mundo que los estremeció. Me interesa que después de recorrer este viaje de la lectura ya no seas la misma persona que fuiste cuando empezaste la historia. Soñar con eso como proceso de la literatura o tener como una aspiración de procesos de la literatura ha sido para mí una meta a seguir y es una búsqueda constante”, sostuvo. Elaine Vilar Madruga lo logra. No salimos igual después de leer El cielo de la selva. Su pujo con el que construye sus universos de palabras se nos mete en la linfa y en los huesos.


 

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