El autor y compositor Seba Ibarra pasó por el ciclo Preludios en el Bösendorfer: tracción a piano. Fue en el complejo cultural Guido Miranda y contó con varios invitados. La piel de los presentes se volvió de algodón en momentos de alta emotividad. Además de compartir sus canciones Seba también hizo dos covers para expandir la potencia del piano.
Por Paulo Ferreyra
Fotos Luciana Sabao
Habían pasado unos minutos de las 21.30 cuando Seba Ibarra amplió la luz del escenario con sus gestos delicados, voz y guitarra para cargar de sensibilidad la velada. La piel se volvió de algodón. Todo se tornó un huerto florido de canciones.
“En el barrio algunos sabios, estudiosos o quizás personas
con mucha intuición solían decir que si queríamos revivir a un pájaro había que
soplar. Ese aire o ese soplo transmitían un espíritu. En cambio, el poeta de
Barranqueras sabía que eso no era cierto”, deslizó Seba y comenzó a expandir su
repertorio entre anécdotas y canciones.
Los primeros aplausos llegaron como caricias. Eran manos
abiertas tendidas en la noche. Fue un concierto para disfrutar del piano. En
ese sentido el primer invitado fue Juan Mora. Los martillos del instrumento de
mano de Juan eran como copos suaves de agua que bañaron el ambiente.
Quiero que te pares
como un árbol,
que un rayo no pudo
derribar,
con parte del alma
calcinada,
con raíces que te vuelven a elevar.
Así cantaba Seba. Antes de este concierto, habíamos charlado
por teléfono y él había explicado que encuentra y tiene confianza en el lugar
que se encuentra para decir ciertas cosas, “tengo confianza para contar algo que siento y que quiero
decir”.
Colibrí
El poeta del principio – a quien el cantor no nombro y aquí tampoco lo vamos a dar nombre – solía contar que en esta parte del mundo los poetas vuelven, no resucitados, sino que se transforman en colibríes que nos visitan de vez en cuando. El aleteo de esa visita se sintió en la noche con la canción interpretada por la segunda invitada, Paloma Ortiz.
El segundo tema que interpretaron Seba con Paloma fue Gota
madre. Antes de comenzar, Seba comentó que los escuchó varias veces a Paloma y
a Juan Mora interpretar este tema. “Los he escuchado un par de veces en
distintos conciertos que hicieron. Ahora los invité a estar fiesta para cantar
con ellos", deslizó y las sonrisas se esparcieron en la sala. El autor de
la canción se dejó llevar con la voz y la música, Paloma hizo remontar tanto
esas gotas que casi rociaron a los presentes en un relente imperceptible. Esa
insistencia de esa gota fue vida y un sol que nos empujó a todos a soñar.
Tras los aplausos que llegaron para enmarcar la interpretación,
Seba agregó que la primera vez que escuchó a Juan y a Paloma cantar Gota madre
se emocionó mucho. La segunda vez, él vio que la gente cantaba las canciones
con ellos y ahí la emoción lo desbordó. “Es algo muy lindo”, destacó, “a veces
uno no sabe qué pasa con las canciones. En ocasiones siento que me gustan a mí
nomás las canciones, pero de repente aparece Juan y Paloma interpretando una
canción y ahí siento que hay algo más”.
La noche fue madurando con invitados especiales como Lucio Sodja, Luli Maidana, Antonella Romero en bajo y Santiago Dimartino en batería. Hubo convers como Yo vengo a ofrecer mi corazón y Durazno sangrando.
Seba y Lucio Sodja son del mismo barrio, Villa del Carmen en
Resistencia. Habían compartido varias veces espacios en guitarreadas. Este
encuentro fue propicio para hacer cosas juntos sobre un escenario. “En el
barrio cuando llovía las calles se inundaba y cuando era niño salía a jugar a
la calle. Así, quizás para seguir ahí jugando en esas calles del barrio compuse
De tractores y ramas”, comentó. Esta dupla sorprendió a los presentes con una
composición de Seba titulada Cuaderno de zamba. Con este tema, desde los
acordes y la voz hicieron vibrar al público hacia otro tiempo con un paisaje
íntimo, familiar y cálido.
Hubo mucha emoción en la noche. Abrazos. Gestos de cariños. Ternura. Canciones que bañaron los ojos. Dicen que hay noches donde los colores se tejen en verbos, así fue la velada que preparó Seba Ibarra. Las canciones quedaron henchidas en las venas, tatuajes de sol que ahora viajan como señales de humo para acompañar la vida. Vidas.
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