viernes, 24 de mayo de 2013

Alabanzas al Mate

Mural del Mate en Caa Cati - Corrientes

Tomar mate es un hábito placentero, en cualquier lugar y a cualquier hora. Cebado en la tradicional calabacita, envase cerámico o guampa vacuna, se lo toma caliente, amargo o dulce. A gusto se añade leche, azúcar ligeramente quemada o yuyos medicinales. Se usa otro tipo de envase para tomar el “tereré”, con agua helada, agregando yuyos, gaseosas u otros sabores. Además, se ingiere como infusión o Té (mate cocido). El mate, beneficia el funcionamiento intestinal, despeja la mente, favorece el diálogo y levanta el ánimo. Mate de por medio, hasta el silencio es compartido. Se soporta mejor el transcurrir del Tiempo, ese espacio del Cosmos en expansión, imposible de parar, que nos aleja de las cosas queridas y nos acerca al indeseado límite inexorablemente.


Por Girala Yampey

Los guaraníes descubrieron las propiedades maravillosas de la hierba, cómo prepararla y convertirla en afición pacífica y acogedora. Así energizaron sus andanzas selváticas. Utilizaron las hojas, tostadas y fragantes, como medicina y, usando la primitiva bombilla de takuapi, sorbían la infusión para iluminarse de fabulosas concepciones, útiles para comprender los “porqué” y “para qué” del mundo aborigen. Son ellos quienes nos legaron esa extraordinaria bebida que hoy se constituye en tradición nacional.


Antes, solamente los mayores tomaban mate. Ahora, los jóvenes también lo hacen. ¿No es mejor que se habitúen a su sabor antes que al del alcohol? Los paladares tendrán saludable sobriedad y dejarán de lado los alimentos chatarras. Es bueno tomarlo, antes o después de comer, de trabajar o realizar cualquier faena. Tomar mate hace bien, nos distrae en los momentos libres, ameniza tertulias y reuniones sociales. Hasta en los velorios resulta indispensable para hacer correr las horas.

Si estamos solo, nuestro compañero será el mismo mate, desde los trajines de su preparación hasta el final del ocio. Será nuestro compinche en diversas lucubraciones y revisaremos los vericuetos del discurrir de la vida y sus vínculos con nuestra interioridad, a veces sacudida por turbulencias. Nos ayudará a meditar sobre pequeñas inquietudes y a rumiar los problemas para alejarnos de ellos.


Del conocido dicho campero “mate del estribo”, devino la metáfora popular: “para el estribo”, indicadora del final de las cosas, el último trago, bocado o el beso de despedida. Ganó su veteranía durante su recorrido por montes y poblados, por guerras y soledades. Cruzó pajonales y calles coloniales y, al fin, viajó por tierras extranjeras. Llevado por inmigrantes sirios y libaneses, en el Oriente Medio se consume mate, con una sola modificación Cada cual usa su propia bombilla.


Para festejar la llegada de su amigo el matero de ley dice: - ¿Dulce o a margo?, sobreentendiendo su aceptación. Ocurre entre pudientes y pobres, entre patrones y peones, entre quienes usan calzados y los descalzos y es afición estudiantil para despabilarse ante los libros. En verano o en invierno, en todos los tiempos y a toda hora, va de mano en mano, con la vibración de sentimientos fraternales.


Ningún hogar carece de yerba, ni con inflación o escasez, ni con políticos corruptos u otras plagas. Rara es la vez que sucede el - “Opaite che ka’a” (Terminó mi yerba). Entonces, algún vecino proveerá, con mucho gusto y presteza. Es de primera necesidad y no se niega a nadie.


El mate respeta el tiempo de hablar y escuchar. En sus espumas, germinan afectuosas relaciones Si alguien dice “Renovemos la yerba”, indica deseos de continuar el diálogo. Es puro compañerismo, nacido en el momento. Sensibilidad de sabrosa infusión, transformada en simpatía. También es modestia en el gesto de dar y darse, cebándolo con generosidad, hasta el final. En fin, es democrático y equitativo: uno para vos, otro para mí, en riqueza bien distribuida que nos obliga a decir: "Gracias", al menos una vez al día, con la actitud agradecida de haber compartido su sabor.


Recuerdo, con fruición nostálgica, la visión bucólica de un rancho con techo de paja que dejaba caer gotitas de la esperada lluvia veraniega. Acostado en un catre, miraba los macollos que ondeaban sus verdores en mi arrozal vecino y me reponía de mis fatigas viendo sobresalir tras las taipas un entrevero de panojas florecidas cuajando en granos mis esperanzas. En mi mano, sentía la tibieza de una calabacita con mate mientras masticaba un chipá chyryry (torta frita). Un vestido soñador, azul celeste, iba y venía a la cocina donde una pava negra puesta sobre los rescoldos del fogón, mantenía la temperatura del agua. ¡Qué humilde riqueza, qué sencillo sabor a vida! Al atardecer, cesó el chubasco y la pista “Chanta cuatro”, inició su reunión con invite de mate. Un bandoneón y una guitarra, gemían en manos de músicos intuitivos que tocaban de oído Rasgido doble y Chamamé. El mate bailó hasta el amanecer.

Bueno Chamigo, usted no lo creerá pero matear es ético y estético, cordial y franco. Una costumbre sana que propicia la comunicación y se ha metido en el caracú del litoral argentino, con ganas de compartir.

2 comentarios:

  1. Excelente aporte sobre una costumbre que se extiende a lo largo del país, siendo parte de su cultura. Muy bueno.
    Bellisima obra de arte el Mural del mate. M.E.Wagner

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  2. Gracias M. E. Wagner.
    muchas gracias

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