miércoles, 3 de diciembre de 2025

Oscar Yaniselli: “La poesía puede conducirnos al encuentro de lo maravilloso en lo cotidiano”

En la librería El Árbol Amarillo en Resistencia se presentó El corazón de la luz, del periodista y poeta Paulo Ferreyra. Lo acompañaron la artista plástica e ilustradora de la tapa del libro Claudia Gatti, el profesor y especialista en pedagogía de la lectura Oscar Yaniselli y el autor, músico y compositor Coqui Ortiz. En la Librería además acompañaron amigos y amigas, el afecto expandido en abrazos.. Aquí el texto completo que preparó el profesor Yaniselli en la presentación del libro.


 

Sobre libro “El corazón de la luz”, de Paulo Ferreyra

 

Profeso Oscar Yaniselli

Especialista en Pedagogía y Políticas de Lecturas

 

 

En el prefacio del precioso libro Por los extraños pueblos, publicado en 1958, el poeta Eliseo Diego escribió unas palabras a las que, especialmente en este tiempo histórico que nos toca vivir, habrá que regresar, una y otra vez, cuando queramos explicar la existencia y la necesidad de la poesía:

 

¿Y para qué sirve un libro de poemas?, preguntarán ahora, obedientes, mis hijos.  Servirá para atender, les respondería.  Maestros mayores les dirán, en palabras más nobles o más bellas, qué es la poesía: básteles entretanto si les enseño que, para mí, es el acto de atender en toda su pureza. Sirvan entonces los poemas para ayudarnos a atender como nos ayudan el silencio, la escucha o el cariño.

 

«El acto de atender en toda su pureza», eso es, para el gran escritor cubano, la poesía. He ahí su razón de existir: ayudarnos a atender, a entender, a observar, a ver lo que, en ciertas circunstancias, la falta de atención, la vulgaridad, la prisa o la indiferencia no nos permiten vislumbrar ni comprender. Para eso existe la poesía: para ayudarnos a develar y revelar el mundo, a aprehenderlo y explicárnoslo de algún modo.

 

Pocas cosas resultan tan esenciales e ineludibles en nuestra vida actual —caracterizada por una creciente incapacidad humana para focalizar y sostener la atención, el distanciamiento virtual y la ruptura de los lazos sociales, la escasez de pensamiento divergente e imaginativo, la ostensible pauperización léxica y la irrupción del fanatismo ideológico— como la capacidad de vincularnos, acceder y disfrutar de la poesía. Vivimos en un mundo donde las pantallas y las tecnologías emergentes parecen obnubilar nuestras percepciones y, precisamente por ello, la poesía se erige como un bálsamo y un refugio unificador y esclarecedor fundamental. Nos permite recuperar la atención plena y cultivar una mirada más profunda y humana sobre la realidad, actuando como contrapeso ante las opresivas limitaciones que impone la vida moderna.


 

El sentido del mundo surge de la suma de nuestros sueños y realidades, de nuestras vivencias y percepciones -consientes o inconscientes-, de nuestras grandezas y miserias, de nuestros logros y frustraciones. Por eso es necesaria la presencia mediadora de la poesía para que su existencia se descubra ante nuestros ojos y nuestro corazón.

 

La poesía es una forma de ver más allá de lo que se encuentra al alcance de nuestra vista: es un medio de desentrañar la esencia de los hechos, su trascendencia. Si nos preguntaran, entonces, qué lugar corresponde a la poesía en nuestras vidas, contestaríamos (o deberíamos contestar): un espacio privilegiado. Por eso tiene sentido que estemos aquí, en tiempos de creciente individualismo y deshumanización, para dar la bienvenida a un nuevo portador de este bien tan indispensable para la dignificación de la condición humana.

 

Sin dudas, la poesía, entre todas las artes, es una de las que de manera más efectiva puede contribuir a alcanzar el objetivo de intensificar nuestra existencia. Volverla más plena, más lúcida y profunda. La poesía nos hace crecer sensitiva y espiritualmente, nos fertiliza, nos re-dimensiona como seres que sentimos y pensamos, humaniza nuestras percepciones. Porque a través de la poesía nos llega, decantada, trasvasada a un recipiente construido con palabras, la experiencia vital de otros seres, sus sensaciones, emociones, ensoñaciones, anhelos, desvelos y frustraciones.

 

La poesía, por esto mismo, puede conducirnos al encuentro de lo maravilloso en lo cotidiano y despertarnos a la admiración y al gozo de esos instantes, gestos, silencios, ausencias, arrepentimientos y limitaciones de las que están hechas nuestras vidas. Un poema (como los que encontraremos en el libro que estamos presentando) puede revelar lo inadvertido, puede invitar a los sentidos a apropiarse balsámicamente de ese fragmento de realidad inasible que el escritor (en este caso, Paulo) nos está compartiendo a través de su obra para el ensanchamiento de nuestro imaginario, para complacencia de nuestros sentidos y para gratificación de nuestros pensamientos.                                                 

 

Y, tal como lo plantea la especialista uruguaya Mercedes Calvo en su obra Tomar la palabra. (FCE, EPLL, 2015), la poesía, más que en el lenguaje y en las palabras, radica en la mirada:

 

“Hace unos días vi sobre la mesa una tajada de sandía. Y así, sobre la mesa desnuda, parecía la risa de un loco. Si no fuese porque me resigno a un mundo que me obliga a ser sensata, gritaría de susto ante las alegres monstruosidades de la tierra... Agradezco a mis ojos porque se siguen asombrando. Aún veré muchas cosas. A decir verdad, aún sin sandía, una mesa desnuda también es algo que merece verse”.

(Clarice Lispector, Un soplo de vida. Madrid, Siruela, 2008)

 

Este fragmento demuestra cómo todo lo que sucede o nos sucede es susceptible de ser reelaborado a través de la valoración y contemplación poética. Una poesía es, en definitiva, la condensación gráfica y amorosa de una mirada singular que permite comprender y/o sosegar tanto las alegrías inenarrables como las pérdidas, los fracasos y los sinsabores que nos depara -cotidianamente y a todos sin excepción- la realidad de nuestras vidas. El libro de Paulo lo muestra muy bien.

 

Aún los instantes, objetos y vivencias aparentemente más triviales, si se observan bien, están colmados de poesía. Por eso, sin ánimo de análisis literario o estilístico, podemos decir que los poemas de este libro nos hablan de los siguientes tópicos o motivos: Meditación lírica sobre la paternidad inminente y la experiencia futura de criar a un hijo. La intimidad y la ternura de la relación entre un padre y sus hijos. El dolor de la separación y la crianza compartida. El valor de los gestos sencillos. La distancia física y emocional, la separación y las perspectivas vitales divergentes entre generaciones. La autonomía de los hijos y la dolorosa realidad de la incomunicación. La resiliencia familiar y la capacidad de encontrar magia, esperanza y normalidad en medio de las dificultades o de las crisis pasadas. La re-construcción de una nueva vida o de una dinámica familiar, más los rituales cotidianos que la sostienen. El paso del tiempo y el poder transformador y duradero del amor filial por encima de las relaciones de pareja. La conciencia de los propios defectos, el miedo a transmitir patrones negativos a los hijos. La complejidad de las relaciones a distancia, mostrando cómo, a pesar de la angustia y la soledad que genera la ausencia física, las palabras de afecto sincero pueden ofrecer un abrazo emocional y un alivio momentáneo al dolor. La celebración de los momentos cotidianos de felicidad en familia, donde la diversión espontánea y el afecto transforman un nido, un hogar que funciona como refugio de vitalidad y calidez. La profunda conexión entre el ser humano, la naturaleza y la pertenencia a la tierra de dónde uno viene, entre tantos otros temas que se abordan desde la escritura poética.


 

La poesía de este libro que estamos presentando adquiere valor no solo por su condición escritural y estética, sino también porque muestra esa dimensión reparadora de la literatura y los libros, tal como sostiene en varias de sus obras la reconocida antropóloga francesa y especialista en temas de lectura Michele Petit.

 

Definitivamente, como lo plantea Eliseo Diego en la cita precedente, la poesía nos permite atender y entender. No cualquier cosa, sino los asuntos más profundos de la condición humana. Y si atendemos y entendemos las cosas (las vivencias, los hechos, las consecuencias de nuestra vida) sobre todo aquellas que nos marcan y que nos con-forman, tal vez comenzaremos -como en este caso lo hace Paulo Ferreyra- a curarlas y a transformarlas en argamasa de creación literaria.

 

Prof. Oscar Yaniselli

Especialista Pedagogía y Políticas de Lecturas

Resistencia, 28 de noviembre de 2025

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