jueves, 12 de diciembre de 2013

“El texto tiene que pasar por el cuerpo”

Estas son palabras de Constanza Pérez Ruiz quien además de escribir poesía, trabajar en periodismo, ahora también ha desembarcado en el Teatro con el unipersonal “Dios Juega a la ruleta rusa”, obra de Martín Alvarenga. Con respecto a la obra teatral subrayó “que aquí debemos destacar que la obra teatral no es maniquea. Es decir que no podemos separar y decir este personaje es bueno y este otro es malo. Las relaciones humanas son de una complejidad muy grande y esta complejidad esta puesta en la obra”, advierte Constanza. En esta charla cuenta cómo vivió esta experiencia teatral. “El teatro te modifica, lo digo como espectadora y como actriz. El teatro te hace pensar, es reflexivo, genera un montón de procesos posteriores a la puesta en común”.


Por paulo ferreyra
paulo.ferreyra@yahoo.com.ar


Constanza llega a la entrevista pidiendo disculpas por la demora. Llega un poco tarde pero una sonrisa enciende su rostro y con ello ya queda todo saldado. En estos últimos años ha trabajado en periodismo, le gusta la danza, incursionó en las letras y recientemente ha pisado las tablas de un teatro en el unipersonal de la obra teatral de Martín Alvarenga, “Dios juega a la ruleta rusa”.

Ante las múltiples actividades que realiza Constanza es difícil ubicarla en un lugar. Ella misma piensa un momento ante la pregunta dónde se siente más cómoda de todas estas disciplinas u artes en la que está incursionando. “Vos sabes que justamente hoy pensaba un poco en todo esto. En todas estas áreas siempre me muevo desde la incomodidad. Nunca desde la comodidad. Me parece que el camino que recorrí para llegar a estos lugares fue a partir de una búsqueda desde la incomodidad. “Esto no es lo único que quiero hacer”, desde ahí parto”.

“Ahora bien, me parece que hay algo que siento desde hace tiempo, nunca termino de encajar en el perfil de las cosas que hago”, sentencia y su sus ojos brillan tanto como su sonrisa. “En un momento eso lo sentí como un conflicto, pero hoy por hoy ya no me genera un conflicto. Es decir, siento que no tengo que cumplir con todos los requisitos formales que implican ser un poeta, una actriz o un periodista. Entonces creo que me faltan muchas cosas y estoy buscando muchas otras cosas”.

“Ahora no tengo ese conflicto y sí me permito animarme. Soy consciente de que no siempre voy a cumplir con las expectativas de los demás pero sí cumplo con mis expectativas y mis búsquedas. No sé si logro la calidad que requieren determinados lenguajes, pero si son el principio del camino. Me doy ciertos permisos, ahí está la clave de lo que estoy haciendo”.


- ¿En este contexto cómo fue ese camino para llegar a realizar esta obra teatral de Martín Alvarenga?

Creo que los caminos que uno inicia aun cuando a veces se cortan en determinado momento encuentran su continuidad. Yo al teatro llegué muy joven, a los primeros juegos teatrales en la primaria con siete u ocho años. Después en una coyuntura determinada de mi infancia elegí la danza y no el teatro. Fueron caminos que en su momento se interrumpieron, por una carrera universitaria, porque me casé, porque tuve hijos, por un montón de cosas.

Sin embargo el teatro siempre estuvo presente. Hice cursos aislados de Teatro. Así fue como conocí a José María en un seminario de Teatro Físico. Cuando presenté mi libro de poesía – que si se quiere tampoco reúne las características formales de un libro – hicimos con José María una performance.

Hace dos años más o menos José María me llama y me dice que tenía este proyecto de Martín Alvarenga. Para mí Martín no es cualquier escritor. Martín era amigo de papá, que era escritor y tenía también ese rasgo. Eran muy amigos y Martín presento los dos libros de papá. Entonces para mi Martín es un escritor que me gusta sobre todo la obra poética, además tenía esta conexión familiar. Había muchos condimentos para llegar y aceptar este proyecto.


- ¿Cuándo leíste la obra qué sucedió?

Cuando terminé de leer la obra pensé en qué me vine a meter. Esta es una obra que te golpea. A mí me costó leerla y pensaba cómo llevarla a escena. Después comenzamos a trabajar con José María y él tiene muchos recursos que permiten a un actor poder utilizar o despertar los propios recursos.

Para realizar esta obra tuve mucha contención por parte del director teatral. Partiendo de romper barreras de timidez, pues la obra aborda cuestiones límites y difíciles de llevar a escena. Creo que fue un gran trajo del director, por un lado de contención y después asumir que yo pudiera hacer determinadas cosas.


- ¿Trabajaron durante mucho tiempo para finalmente llevarla al teatro?

El proceso de trabajo se interrumpió durante mucho tiempo por cuestiones laborales. Tanto José María como yo tenemos mucho trabajo. Finalmente lo pudimos hacer. Fue una experiencia trascendente. Fue trascendente en el sentido de poder atravesar un montón de procesos que es lo que permite el teatro. Hacerse carne con el personaje y al mismo tiempo dejarlo es un proceso que llevo su tiempo. Entender que es un personaje. Hasta que no sucede eso no lo comprendes. El teatro tiene que suceder, el teatro es acción, si no sucede no vas a llegar al descubrimiento del teatro.


- Martín Alvarenga manifestó que es una obra de teatro para ser leida y actuada, ¿cómo trabajaron este texto?

Había que pasar de la obra literaria a la obra teatral. Si bien muchas cosas están marcadas en la obra, el uso del espacio por ejemplo, nosotros respetamos la propuesta del autor. En algunas cuestiones lo que hemos hecho fue resumir el texto por la acción teatral. En virtud de que la acción resumía un montón de situaciones fuimos convirtiendo el texto en acción. Sin lugar a dudas para que el mensaje quede claro fue respetada la estructura de la obra. La obra insumió mucha energía y concentración.


Sin maniqueísmos


Constanza Pérez Ruíz coincide con los espectadores de la obra que la obra teatral es dura. “Sucede que plantea muchas situaciones que sucede en la vida real y que la víctimas de género de violencia están al límite de su capacidad de soportarlo. Solamente las personas que pasaron por esas circunstancias pueden entenderlo. Había un dramaturgo que decía que el teatro es una mentira en búsqueda de la verdad, en realidad creo que te permite identificarte o no con lo que le está pasando a este personaje”.

“Creo que aquí hay que subrayar que la obra no es maniquea. Es decir que no podemos separar y decir este personaje es bueno y este otro es malo. Las relaciones humanas son de una complejidad muy grande y esta complejidad esta puesta en la obra”.

“Partir de esta concepción de que los conflictos humanos son de una enorme complejidad y que no podemos resumir en bueno o malos nos puede ayudar a solucionar esta problemática. ¿Por qué no podemos pensar que el agresor también sufre?, también estas personas tienen que ser atendidas. Si pensamos las cosas desde el punto de vista de bueno y malos no podemos solucionar las cosas de raíz. En este sentido la obra teatral no es condescendiente con nadie.


El teatro te modifica

Constanza advierte que es importante que el escritor haya podido ver su obra teatral representada en el escenario. “Es una devolución necesaria para alguien que escribe para teatro”. Hace una pausa y sus palabras ahora se sueltan espaciosamente como si estuviera subrayando cada concepto.

“El teatro es profundamente social, sucede en un espacio determinado y tiene consecuencias muy profundas en las personas. El teatro te modifica, lo digo como espectadora y como actriz. El teatro te hace pensar, es reflexivo, genera un montón de procesos posteriores a la puesta en común”.

“El texto teatral tiene que pasar por el cuerpo. En el teatro el texto pasa por el cuerpo, caso contrario no se produce la experiencia teatral. Eso es la diferencia más importante cuando leo literatura y cuando aún esa literatura me conmueva. En el teatro el texto pasa por el cuerpo. Primero la letra se encarna. La letra se encarna y después aparece traducida en acción. La palabra entonces coba otro sentido.





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