martes, 8 de diciembre de 2015

Puertas abiertas del Paraje Capilla

En el Paraje Mboy Kua, hoy conocido como Paraje Capilla, Evangelina cuida de la Virgen del Rosario. A pocos kilómetros de San Miguel, Corrientes, en medio de grandes soledades y vecinos de los esteros del yvera la Capilla mantiene las puertas abiertas. “Esta imagen es del Siglo XIX, la familia Tambatay la trajo y yo desde los siete años me ocupa de vestirla”, cuanta y nos brinda detalles de la historia que es su historia también. Alrededor de la Capilla el pasto está cortado al ras, en los árboles los cantores juegan libremente y la vecina prepara Chastaka, todo en un solo universo.

Por paulo ferreyra
paulo.ferreyra@yahoo.com.ar


“Me llamo Luca Fernández Evangelina, nací y me crie en este paraje. Este paraje se llama Mboy Cua, antiguamente se dice que el paraje era conocido como Tambatay. Pero ahora ninguno de estos nombres se usa sino únicamente Paraje Capilla, aquí en la capilla está Nuestra Soñara del Rosario. Este fue el primer asentamiento del pueblo de San Miguel”.

En este paraje vecino a los Esteros del Yvera todos los sonidos de la naturaleza cubra vida, reinan diferentes aves y dentro de la Capilla el silencio es absoluto. Evangelina cuida aquí de esta Capilla, con una sonrisa y una amabilidad entrañable, deja sus quehaceres por un momento para contar cómo es la historia de la Capilla.


“A la Virgen del Rosario la trajo Rosario Tambatay. Ellos con su familia venían del Paraguay corriendo de la Guerra del Paraguay. La imagen era todo de piedra, hoy le hicieron el cuerpo de madera pero las manos y la cabeza es de piedra. Según me contaron la historia la familia que al anotarse aquí tradujeron su apellido como Pimienta. Ellos llegaron acá donde era el primer asentamiento de San Miguel, fueron los primeros pobladores”.

“La Virgen no tenía casa, apenas tenía un quincho. Estaba en el suelo, doña Rosario Tambatay la tenía en un quincho en el suelo, le ponía un manto y nada más. La gente le hacía promesas y por esas promesas le hacían la ropa, por promesas y cumplidos también la gente le hizo la Capilla”, cuenta.


Evangelina deja rápidamente su timidez inicial y cuenta con algunos detalles la historia de la Capilla. Se quita su gafa y se recuesta en una silla, hace silencio hasta con los ojos. “Desde los siete años estoy cerca de la virgen. Cuando doña Rosario estaba muy enferma me dijo que de por vida iba a tener que cuidar a la Virgen del Rosario y a San Juan. Hoy esta es mi casa. Aquí vivimos junto a mi hermano, siempre estamos uno de los dos, nunca dejamos sola la Capilla. Aquí viene gente de Buenos Aires, de Córdoba y de muchas otras provincias del país. La mayoría son correntinos que se fueron y que nunca olvidan de su tierra”, afirma.

Evangelina además de cuidar la capilla viste a la Virgen, los promeseros traen sus mantos y ella se encarga de vestirla. “La gente colabora con lo que hace falta – cuenta – le traen ropa, carpeta, y diferentes cosas que hacen falta para la capilla. Ahora queremos hacer un baño más grande porque cuando hay fiesta no alcanza el baño para todos”. En la Capilla hay catequesis todos los sábados y una vez al mes celebran misa. Caminamos alrededor y todo afuera es tan apacible como el interior de la Capilla.

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