Hace ya tres años viene girando la obra Guillermina, la batalla eterna. Esta es una obra de teatro escrita y dirigida por Marilyn Granada. Actúan aquí Elcida Villagra -Guillermina Mayor, Mariana Paloma Razetto -Guillermina Joven y Chato Schanton -oficial Romero, periodista, maestro. En esta ocasión charlamos con Paloma sobre teatro, su entrega y su elección por este arte y sobra las herramientas que utiliza en el teatro y en la vida.
Por Paulo Ferreyra
Las palabras salen de la boca de Paloma con todo su
significado cargado y potenciado. Si dice amor
el tono es dulce, almibarada con perfumes rojos. Cuando dice que algo explota,
la e y la x casi caen juntas como un silbido que antecede lo que está por
detonar, algo casi de forma literal p l o t a en el ambiente. En el decir de un
poema, su voz enciende.
Hace teatro desde el año 87, lo recuerda con la certeza de
quien desde entonces comenzó un universo para habitar de cuerpo presente. La
mayor parte de su vida la llevó haciendo teatro y ahí es donde prefiere
moverse, reír, llorar, emocionarse y conmoverse.
Hace un tiempo Paloma forma parte del elenco de Guillermina, la batalla eterna. Una obra
escrita y dirigida por Marilyn Granada. En esta obra participan Elcida Villagra
-Guillermina Mayor, Paloma Razetto -Guillermina joven y Chato Schanton -oficial
Romero, periodista, maestro.
La primera reacción que tuvo Paloma cuando la llamaron para esta obra fue mucha felicidad. La alegría de ser tenida en cuenta. “El primer gesto que espera un acto o una actriz es que una director o una directora te llamen. Cuando eso sucede la felicidad es el primer impulso que florece”, expresó con esos gestos de palabras anchas y movimientos de manos que acompañará toda la charla.
Ha realizado más de veinte obras de teatro. El universo
infantil es donde más se ha movido. Participó de diferentes fiestas de teatro,
encuentros y congresos. Recibió como actriz diferentes premios y con algunas
obras ha recorrido la provincia y el país. Su biografía es extensa en el campo
artístico.
Guillermina
Esta obra teatral rescata el itinerario vital y el
excepcional compromiso de la religiosa Guillermina Hagen Montes de Oca. Ella en
la década del 70 realizó su labor de promoción social entre los wichis de
Misión Nueva Pompeya, transformando y dignificando su realidad. Fue tan amada
como criticada, es un personaje contemporáneo que aún hoy resuena en los
corazones de quienes la conocieron y la recuerdan emocionados. El texto de la
obra teatral recibió Mención Especial en el Concurso Provincial de Dramaturgia
2022, "Hilda Torres Varela".
— En la obra teatral
interpretas a Guillermina joven, ¿Cómo fue tomar este papel?
— Una vez que leí el proyecto me entusiasmó muchísimo la
obra. Es la primera vez que hago un personaje real. Un personaje que existió.
Este ha sido un desafío y un trabajo de construcción muy diferente a lo que
venía haciendo. Cuando es un personaje que existió hay que tener ciertos
lineamientos y parámetros de acuerdo a lo que la directora busca representar.
En este caso Marilyn Granada eligió contar una parte de la historia de Guillermina. Ese costado era quizás el más romántico de la historia. Al investigar se pueden ver diferentes miradas de esa misma verdad, entonces tenés la historia de los que te cuentan que era una monja guerrillera, absolutamente política. Después está la otra mirada, la que Marilyn quiso contar que es la gran salvadora de los Wichi, porque peleó por su dignidad. Guillermina luchó para que ellos tengan un lugar y los organizó, entre muchas otras cosas que hizo por ellos.
— En la obra
interpretar a Guillermina joven y Elcida hace de Guillermina ya grande, ¿hubo
ahí también un trabajo especial?
— Eso también fue un desafío. Estaba junto a Elcida, una
gran actriz y a quien respeto mucho. Con ella de alguna manera teníamos que
manejar ciertos registros en común porque yo hacía la joven y ella de
Guillermina madura. Teníamos que tener ciertos lineamientos en el registro de
la voz y en la corporalidad. Eso nos llevó también a trabajar de otra manera.
Aquí era la misma persona en distintos momentos de su vida. Fue un desafío pero
es el teatro mismo, un juego y una diversión permanente para aquel que lo hace
con la vocación con la que lo hacemos nosotras.
El desafió para mí se amplificó al trabajar con actores con los que no había hecho una obra antes. Venía de Sala 88 con un elenco consolidado, siempre éramos los mismos. Cuando tenés códigos en común con tus compañeros es todo más fácil y las cosas fluyen de otra manera. Aquí fue una sorpresa ver cómo fluía este trabajo de manera muy amorosa. Si bien conocía a los actores no habíamos compartido trabajos juntos y el hacerlo fue maravilloso.
— Además de traer a
la figura de Guillermina, la obra también trae a cuenta el papel de la iglesia
en un momento de nuestra historia, ¿Cómo tomaste esto?
— A mí me interpeló desde el lugar de tomar conciencia de
que a veces damos esperando una retribución. A veces esa retribución no llega.
Pero pienso que en algo hay que creer. El tener fe en algo,
en creer que algo es superior a uno te da esperanza. Cuando vos vez que
acabaste tus recursos, sino crees en algo cualquiera sea tu creencia, no tenés
esperanza de que eso se pueda resolver. Para mí la esperanza es el motor de la
vida cuando todo se acaba. En esta obra está viva esa creencia en un Dios que a
Guillermina la ayudó a seguir luchando.
— En la obra hay un
reclamo de Guillermina a ese Dios que en algún momento ella sintió que lo
abandonaba. Es un juego este donde damos pero esperamos recibir algo.
— Ese juego es permanente y es así la vida. En todos los aspectos. La verdad es que ella esperaba esa retribución cuando estaba presa.
— Al ver la obra se
percibe que no mezquinas nada al personaje, entregas el cuerpo entero, ¿por
qué?
— La verdad es que me pongo en la piel del personaje.
Entonces, se trabaja desde la concepción corporal. Me gusta mucho el método de
Konstantín Stanislavski, donde uno crea una historia de personaje - en este
caso donde él personaje era real tuve que estudiar bastante sobre ella.
Guillermina era una mujer absolutamente culta, manejaba cuatro idiomas e hizo
de todo en su vida. Fue una mujer muy fuerte. Era una revolucionaria en su
militancia política y religiosa.
Era una monja con mucha personalidad, muy fuerte. Estaba
acostumbrada a mandar. Había que mezclar estas cosas y que no se perdiera el
horizonte de que era una monja desde lo físico. He visto muchas fotos de ella
donde notaba cómo se sentaba, cómo estaba de pie y su postura corporal. Tuve
acceso a muchos audios y a través del timbre de la voz se puede tener acceso a
su personalidad.
— Como espectador
sentí en ciertos momentos de la obra que la emotividad me tocaba. Más allá de
tu trabajo actoral que está puesto ahí, me interesa saber ¿qué te pasa a vos en
esos momentos?
— Me concentro en el momento. Nosotros los actores somos
profesionales de la mentira. Somos profesionales. No quiere decir que somos
mentirosos. Pero si somos profesionales de la mentira. Así se produce el
convivio teatral con la convención de que estamos jugando a hacer otros. El
espectador hace que nos cree.
Pero volviendo a la emoción hay muchas maneras de
trabajarla. En mi caso no elijo la memoria emotiva, trabajo mucho con imágenes.
Cuando una quiere contar una historia y se concentra con la
piel del personaje, en la obra soy Guillermina y ahí la emoción surge, es
imposible no conmoverse con esta historia. Esto es lo que me pasa a mí pero hay
otros actores y actrices que tienen otros recursos para llegar a esos lugares.
Un juego permanente y colectivo
Esta es la primera obra dramática que hace Paloma. Al
principio comentó que no sabía si iba a poder lograrlo. Lo consiguió e incluso
llegó a lugares de mucha emotividad y dolor. “Los actores buscamos tener muchas
vidas distintas. Somos aventureros y por eso elegimos el teatro. El teatro nos
permite ser un otra, entrar y salir de esa otra en distintos momentos”, agregó.
Suelo recordar en algunas entrevistas la posición del poeta
Fabián Casas que dice que “una técnica que te sirve para escribir, te tiene que
servir para vivir”. Aquí se aplica con todo su potencial. Esta cuestión del
teatro como aventura y el hecho de ser una otra Paloma lo aplica en su vida.
“En la vida privada llevo la técnica del teatro. Habrás
escuchado esa frase de "el teatro te sana". ¿Qué sana? ¿Qué significa
eso? Que cuando te duele la panza haces teatro y te curas, no. No es por ahí.
El teatro te sana porque en realidad te ensaña y te ayuda a entrar y salir
rápido de distintas situaciones. En este sentido el teatro a mí me enseñó a tratar
de no arrastrar los problemas, pudiendo entrar y salir de distintas
situaciones”, así lo vive. El teatro exacerba su esencia. El teatro la
descubrió y llevó su esencia a la piel.
Este arte es una elección permanente para Paloma. Sostiene
que lo sigue eligiendo porque es el espacio de juego. Mantiene ahí viva a la
niña de doce años que se inició en este campo del arte. “Cuando estoy ahí no me
importa qué van a decir de mí, ni como me van a ver, lo único que quiero hacer
es jugar y tener la libertad de una niña de 12 años. Espero poder conservar
siempre esto y tener estas ganas de jugar, vestirme de otra y de hacer de otra
en un momento”, afirmó rozagante, feliz y entusiasmada.
El teatro es su elección. El público espera en el teatro una persona cargada de energía que pueda darle lo que está esperando y eso encuentra en los personajes que asume Paloma. Está ahí viva de cuerpo completo, presente. En el decir de Octavio Paz, en su voz, en su voz arden todas las voces y se queman los labios.